Por Ana Ros
Con los tipos de interés en cero en la mayoría de países desarrollados y con una gran parte de la deuda (gubernamental y corporativa) cotizando con rentabilidades negativas, es muy fácil que los inversores más conservadores se vean obligados a asumir algo de riesgo, para obtener un rendimiento medianamente razonable. El español ha sido tradicionalmente ahorrador y quizás este entorno le haga ver que es necesario llevar a cabo una trasformación hacia la inversión. Tanto al ahorrador como al inversor se les presenta un nuevo paradigma hasta ahora no conocido.
Es un hecho que, hasta hace relativamente poco, los inversores españoles no habían necesitado asumir grandes riesgos para obtener rentabilidades por encima de la inflación, ahora, no les queda más remedio que invertir, y para ello es necesario dejarse asesorar, ya que no hay soluciones que no lleven consigo una buena estrategia de inversión y que no requieran un buen argumento o explicación.
Nuestro ahorro e inversión se ha canalizado tradicionalmente a través del sector inmobiliario, de cuentas corrientes y de plazos fijos, una herencia de la falta de conocimiento financiero que empuja al miedo a la hora de buscar alternativas a los tipos de interés fijos. Otra de las causas de esta herencia ha sido el hecho de haber tenido (y seguir teniendo) un sistema financiero tremendamente bancarizado, donde el 90% de los fondos de inversión y planes de pensiones se distribuyen a través de la banca. Esto también ha hecho que tengamos una cultura financiera muy poco desarrollada, pues se ha invertido poco tiempo y pocos recursos a formar a la red comercial de las entidades financieras, y por ende, éstos no han dedicado tiempo a formar a sus clientes (yo misma me incluyo, ya que desarrollé parte de mi carrera profesional en el sector bancario).
Éste es por tanto, nuestro desafío como asesores y como gestores: intentar poner nuestro granito de arena para que no seamos menos listos que el resto del mundo y no nos limitemos a ser más pobres por no poner el dinero a trabajar. Hoy en día vemos el ahorro medio del español, y no es particularmente bajo comparado con el resto de Europa, pero si uno estudia donde está invertido ese dinero, la gran mayoría no está invertido, sino que está aparcado y por tanto nos proyectamos a ser más pobres en el futuro (dejamos de generar riqueza personal, a nivel local, nacional…)
Pasos hacia la inversión
Antes de explicar cómo podemos poner a trabajar nuestro patrimonio, y de esta manera tener un recurso más que genere riqueza, me gustaría advertir sobre un hecho que es muy frecuente y nos puede perjudicar en nuestro intento de pasar a convertirnos en buenos inversores.
Cada vez son más los youtubers, traders o principiantes en el “juego” de la inversión (y digo juego porque así lo consideran ellos) que aseguran que, con sus consejos y sus herramientas, tienes la posibilidad de hacer mucho dinero trabajando poco. De hecho, podría decir, que hay una tendencia generalizada a medir quién gana más dedicando menos tiempo al “juego”. Sería como un juego de apuestas, gente operando solo a lo que sube y a ser más listo que los demás, esperando para hacerse rico. Señores, la inversión es a largo plazo, y no es un juego, os vaticino que la mayoría de estos jugadores terminarán intentando sobrevivir a base de dar cursos de bolsa por internet.
El saber invertir para alcanzar en un futuro cierta independencia financiera lleva consigo mucha paciencia, esfuerzo, muchas horas de formación y análisis, y sobre todo, sentido común. Pero como todo en la vida, siempre va a haber alguien que te diga lo mucho que ha ganado y lo poco que le ha costado. Desde mi humilde punto de vista, no hay ninguna historia de éxito que no lleve asociada las dosis pertinentes de dedicación, esfuerzo, ilusión y trabajo duro.
Una vez aclarado este mito, decir también que, con el nuevo paradigma que se presenta ahora a los ahorradores/inversores españoles (y del resto del mundo) es necesario que el conjunto de ciudadanos entienda los diferentes aspectos relacionados con las finanzas que les permitan tomar decisiones de ahorro e inversión adecuados y que en este nuevo entorno resultan indispensables.
A continuación, incidiré en algunos pasos para lograr cierta libertad financiera a través de la inversión a largo plazo.
- Cambio de mentalidad
Debemos ser conscientes que la inversión en el largo plazo no tiene por qué ser arriesgada. Me gustaría definir qué es la inversión en activos de riesgo, incidir en que para ganar dinero en renta variable no hay que hacer grandes locuras, solo consiste en buscar buenos negocios a buenos precios y esperar a que el mercado ponga en precio el valor de la compañía seleccionada. Esto puede requerir, meses e incluso años, pero para eso es una condición indispensable ser paciente, porque el ser paciente también significa ser prudente.
Me gustaría también que el inversor sepa ver la importancia de los fundamentales de una compañía, la importancia de invertir en compañías que tengan balances sanos, que sean capaces de generar un buen flujo de caja, que tengan estructuras accionariales sólida detrás, etc. Si estas dos premisas, basadas en el largo plazo y en el análisis fundamental de los valores donde se invierte, las combinamos con cierta racionalidad y sentido común, entonces la toma de decisiones de inversión no es tan arriesgada como parece. Solo así deberíamos empezar a ver un cambio en la mentalidad de la mayor parte de los inversores conservadores de nuestro país.
- Disponer de cierto tiempo y recursos
Hemos de ser disciplinados a la hora de dedicar tiempo y recursos monetarios en dicha transformación. Sinceramente, hablo de dedicar un mínimo de 5-7 horas semanales a los siguientes aspectos (dependiendo también del nivel de conocimiento del que se parta).
Educación financiera básica. Como decía al principio, España cuenta con un innegable déficit en el ámbito de la educación financiera, sobre todo si lo comparamos con los países de su entorno. Como ejemplo, en España, el 15% del alumnado no alcanza el nivel básico de rendimiento y competencia financiera y la nota global está 13 puntos por debajo de la media de los países de la OCED.
Con este panorama, el futuro inversor debe ser consciente de que tiene que dedicar tiempo y recursos a una educación financiera básica, la cual incluye saber conceptos como qué es la inversión en activos de riesgos, no como un juego sino como una inversión más que en el largo plazo genera retornos, qué es el interés compuesto y qué supone a largo plazo, qué es la renta fija, que a veces no renta y tampoco es fija, etc.
Contratación de herramientas, instrumentos y contratos con operadores. Activos y vehículos de inversión convencionales como fondos de inversión, ETF, acciones, bonos… Así como productos más sofisticados y cuyo uso requiere mucho conocimiento y experiencia como los futuros, opciones, CFDs, warrants… y herramientas de análisis para los activos (fundamentales, técnicas…) herramientas de análisis macroeconómico ect.
- Independencia, transparencia, conflictos de interés y universo de inversión
Hemos de ser conscientes también que a la hora de invertir hay una serie de características en el sector que van a optimizan los retornos de dicha inversión. Debemos de evitar cualquier operador, gestor o asesor que sea generador de algún conflicto de interés económico y/o comercial a la hora de invertir nuestro patrimonio. Esto, unido una trasparencia nítida en la información que prestan y a un universo de inversión ilimitado tanto en coste como en disponibilidad, puede hacer que nuestra inversión se optimice en, al menos, hasta un 20%.
- Crear nuestro propio plan de inversión o renta futura
- Definir nuestro horizonte de inversión y el patrimonio que queremos haber generado en ese tiempo.
-Concretar nuestro perfil inversor o lo que es lo mismo, nuestra tolerancia al riesgo.
Este punto puede generar cierta controversia entre asesores y gestores. Desde mi punto de vista, la tolerancia al riesgo la mediríamos en el corto plazo ya que según la filosofía de inversión descrita anteriormente y apoyada en fundamentales sólidos, sentido común y cierta racionalidad, una inversión en el largo plazo no debería ser arriesgada.
-Definir la inversión inicial y el coste que supone mantener esa inversión
-Definir qué parte de nuestros ingresos periódicos van a ir destinados a la inversión de manera constante.
Me refiero a destinar mensualmente una cantidad constante de nuestros ingresos a la inversión. Esto, unido a la magia del interés compuesto, hará que nuestro patrimonio al cabo del tiempo haya crecido exponencialmente.
-Diversificar por sectores, productos y regiones. Esto nos hará crear carteras sólidas o lo que es lo mismo, hará que podamos cometer errores de inversión sin dejar de generar rentabilidades en el largo plazo.
-Construcción de cartera: recomiendo operar con la cabeza y no con el corazón.
-Reequilibrios y seguimiento periódico de la cartera creada.
- Asesor financiero/ gestor de carteras
Si el lector, en algún momento, es consciente que no cumple o no está dispuesto a cumplir con alguno de estos puntos, mi recomendación es que busque un buen asesor o gestor de activos y le haga la siguiente pregunta: ¿qué va a hacer con mi dinero para ponerlo a trabajar? Si no recibe una respuesta, no solo rápida sino clara y concisa, le sugiero que siga buscando otras opciones en el mundo de la inversión.
Por Ana Ros Ruiz , Futuro a fondo (La web sobre educación financiera) , Diciembre 2020